Nunca es como uno quiere

Para Sarai

Nos encontramos en aquel cursillo,
a ti te gustaba el tipo de los pendientes,
yo bastante tenía con acecharte en las zonas comunes.
Pensábamos en cambiar el mundo,
moldearlo a nuestro antojo.
Creíamos en la justicia,
en la igualdad
y en todas las posibilidades
que se abrían a nuestro paso.
Yo me disfrazaba para hacerte reír,
tú te quedabas por las noches,
con el último cigarro,
a contarme tus ridículas historietas.
A ti te gustaba aquel tipo,
el de los pendientes de coco,
yo bastante tenía con asaltarte en la cocina.
Pensábamos en girar el universo
y en manejarlo a nuestro antojo.

Al final nos giramos a nosotros mismos,
moldeamos nuestras posibilidades
en aquel parking de Artxanda
con las luces de Bilbao como juez y parte.
Yo seguí disfrazándome para hacerte reír
bajo la lluvía,
tu continuaste quedándote,
a mi último cigarrillo,
con tus ridículas aventuras.

Breve introducción a la locura

Las ascuas de un invierno que se aleja calientan un Bilbao
desquiciado de tanta comparación,
de niños que escupen la verdura y el chorizo de Pamplona,
de madres con la vida desgastada en los supermercados;
una ciudad que se quedó de luto en tu ausencia,
perseguida como una víbora entre los setos,
como una plaga en las avenidas.

Tus regresos han estado a punto de volverme loco,
misteriosa y solitaria has asaltado la fortaleza que construí…
… cuando volviste a desaparecer.
Pero tus retornos son de papel,
que se moja y se rompe.
Por poco me vuelves loco,
pero tengo la vista cansada y el corazón ajado,
blindado para evitar sobresaltos.

El sol rueda por las azoteas,
despejando la congestión que atenaza a mi ciudad,
las universitarias ponen su carne a la venta,
los chiquillos lucen las heridas de las rodillas
y Bilbao,
Bilbao sigue preguntándose dónde te escondes.
Maldita y vituperada.
Yo te defiendo.
Estoy de tu parte.

Tu venida a punto ha estado de darme la vuelta,
de girarme completamente entre versos y metáforas…
… cuando volviste a huir.
Estoy de tu lado,
pero si te vas,
dime adiós con tu boquita roja pequeña.

Y si te quedas,
si permaneces al otro lado,
deja que te encuentre entre las cenizas del invierno,
charlemos, bailemos y peguemos fuego al universo;
porque más allá de lo que pueda parecer,
más allá de todas las canciones sin dueño,
vivo de tu parte.

Tu regreso por poco me vuelve loco,
hablas de versos que te encogen y te estremecen.
No me malinterpretes.
Condenada y difamada.
Yo te defiendo.
Voy de tu parte.

Aquel instante

Camino por la noche,
la lluvia hace tiempo que no me molesta,
es como un húmedo abrigo de invierno
colándose entre los huecos de mi chaqueta y camiseta,
dibujando lágrimas que no fluyen en la cara.

Aferrarse a esa sensación es como atrapar un tren que abandona la estación,
la frágil coraza que te envuelve se ha resquebrajado,
lo sé.
Hace días que no me encuentro,
mis palabras suenan a ayer,
un pasado brillante de emociones cálidas,
de escritura y de ganas de verte sonreír.

Me sorprendo rememorando aquel encuentro fortuito,
y tengo frío,
será la lluvia…
o será el pasado,
cercano, pero pretérito.

Y me quedo anclado en esas escaleras mecánicas que te subían,
mientras yo bajaba con poesía bajo el brazo.
Quiero encontrar el momento,
la palabra,
el gesto
o secreto que activó aquel resorte.
La nota más aguda que me hace no parar de escribir.

No hay tiempo suficiente para desactivar la bomba,
y todo explota,
muere y cambia con un parpadear de ojos
y quiero ser una gota de invierno,
fría, dura, sensata,
certera, impávida y real.

Y ahora que te has esfumado,
después de lo que descubrimos,
después de las campanas…
Bilbao es más frío.

Los días de lluvia

Adoro la lluvia en Bilbao, pasear por estas calles que desprenden un olor a humedad tan característico, que se te pega a la pituitaria y no te abandona en días. Observar a la gente danzar asíncronamente, resguardándose del frío y del agua; caminar apurando un cigarro, sin rumbo fijo, mientras mis pensamientos me llevan a otro momento, a otro lugar.

Los días de lluvia son como tú, intensos, directos; por momentos eclécticos, pero, sin duda, únicos y diferentes. Muestran el lado más cierto de la gente, aquel que no puede resistir el envite del agua y, como un papel mojado, se desarma dejando al descubierto la realidad de cada uno. Contigo me ocurre lo mismo, a pesar de que preparo cada frase, cada gesto, cada mirada, por mucho que pretendo mostrarme como me ven los demás, acabas empapándome y se resbala mi coartada.

Y ahí me tienes, calado hasta los huesos, buscando una excusa, un jodido y estúpido pretexto para sacarte una sonrisa, mientras me pregunto cómo cojones podré hacer para desmontar tus trampas y coberturas y, así, acercarme a campo descubierto, sin temor a que me alcance la metralla o a que salgas huyendo.

Adoro los días de lluvia, porque a pesar de hacerme zozobrar me inspiran. Como tú.