Los días grises
Tus compañeras siempre me miran mal,
con esa oscuridad puritana en sus ojos,
el frío en esas sonrisas,
perfectas y blancas,
como sus sábanas pulcras.
Las tuyas,
arrugadas y descoloridas,
acumulan arañazos de vidas lanzadas.
Me miran
y sonrío
-beatas hijas de putas-
mientras me cuelo en tu madriguera,
con ansia de revancha,
con ganas de limpiar mis banderas,
arrugadas y descoloridas.
Y deseo
que las ondees
como la Libertad,
con tus pechos desnudos
mientras inicio mi revolución.
Y te pintaré un cuadro,
que sacará los colores
al marica de Eugène Delacroix,
inspirará a futuras generaciones,
que hablarán de nuestras barricadas,
de aquella guerra,
tan cruel y descarnada
que acabó con la rendición
de los pájaros mojados.
Tus compañeras siempre me miran mal.
Mira que intento portarme bien,
-ya devolví aquel enanito de los cojones.
Hasta lo restauré.
Díselo, anda-
¿Recuerdas?
No fuimos los más guapos de la fiesta,
pero acabamos siendo los reyes del baile.
Los días pasan
y tengo esa sensación
-la de los días grises-
de que nos perderemos
ahí fuera,
en este mundo lleno de curvas.
Esa sensación
de que desaparecerá nuestro momento.
Intento resolver mis asuntos
de banderas arrugadas y descoloridas
mientras nos maleamos.
Yo adoro tus manos lentas,
tú respetas mis huidas.
Y los días se nos escapan,
así que te pintaré un cuadro
o te escribiré.
O
mejor aún
seguiré buscando la noche en tu espalda.